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sábado, 2 de enero de 2010

Texto reciclado II

...y, tú no lo sabes, pero ahora es cuando te acercas a ella y le susurras que tiene unos ojos preciosos. Tampoco sabes que hay que acariciarle el pelo y cantarle al oído lo mucho que la quieres. Niñato estúpido que no la entendiste, ¿es que no la ves acurrucada entre las sábanas, intentando dormir en vano porque tu recuerdo está apropiándose de ella? Alguien le dijo que nunca era tarde y ella como idiota se lo creyó. Escuchó que nada es imposible y empezó a alimentarse de las ilusiones. Ahora cada noche, esconde los trocitos de su corazón bajo la almohada con la secreta esperanza de que un hada venga y se los lleve, dejándote a ti a cambio. ¿No te ablanda ni un poquito su cara de desilusión cuando despierta y solo encuentra vacío? El problema es que no sabes que ahora tienes que abrazarla con fuerza para no dejarla caer. ¿No te han enseñado a querer? Tal vez la culpa es de ella por hacerlo demasiado. Mírala, todavía cree que los pasos de cebra son las teclas de un piano y se empeña en tocar tu melodía. En este momento, contacta telepáticamente con su teléfono móvil para que la llames. Ella sabe que no lo vas a hacer, pero no quiere darse cuenta. Prefiere vivir en su mundo de quimeras y estupideces antes que admitir la derrota. Y apareces tú para decirle que no existe la derrota, ella sonríe y vuela tan alto que la pierdes de vista por unos instantes. Inmediatamente la bajas: no existe la derrota porque esta batalla la perdiste antes de empezarla. ¿Por qué esta tortura? Aprende a quererla o enséñala a no quererte.

Pero no le prometas las estrellas que no bajarás porque se negará a dormir esperándolas.

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