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jueves, 2 de abril de 2009

Dulce ironía

Hoy he vuelto a pensar en ti. Eras algo más nítido que un pensamiento. Eras casi real, solo estabas a unos centímetros de mí y tu aliento me quemaba las pestañas. Pero yo, cobarde de mi, daba un paso hacía atrás. Me alejaba de ti. Tanto miedo tengo a perderte que te he metido en una maldita urna de cristal que no me deja tocarte. Solo puedo observarte y por un tiempo limitado, no vas a estar ahí siempre. Un día me levantaré e iré a buscarte a tu celda y ya no estarás. Y entonces yo tendré que apañármelas para vivir sin ti, y lo digo como si ahora fueras algo más que una fantasía. Solo eres un fantasma que se esconde en mi cabeza, porque es un sitio fácil; lleno de recodos y escondrijos, envuelto en eterna bruma. El día que yo pueda caminar por mi mente sin sentir tu fija mirada en mi nuca sabré que se ha acabado. Que el espectro de tu presencia está ausente y entonces me sentiré vacía y sola por primera vez. Mientras tanto corro por los pasadizos gritando tu nombre y mirando en cada esquina con la secreta esperanza de encontrarte ahí. Pero doblo el último recodo y solo hay vacío. No estás. Sigues en tu urna esperando a que te abra la puerta, o quizás aguardando el momento oportuno para escaparte mientras yo esté dormida. Por eso aprovecho en sueños para vigilarte, me permito acercarme a ti y tocar el cristal con la punta de los dedos. Y susurrarte todas las cosas que solo soy capaz de decir pulsando teclas sin vida. ¿Quién diría que algo tan puro y humano como el amor se pudiera expresar a través de objetos sin corazón? Tal vez sea un sentimiento tan grande que ningún hombre puede contener en su interior, por eso necesita a otra persona con la que compartirlo. Y ahí entras tú, en la soledad de mis tardes confesándole al Word lo que siento por ti. En las noches que sueño contigo y las mañanas en las que eres mi única razón para levantarme y seguir adelante. Sin saberlo me has levantado más veces de las que he caído. Todo ello sin salirte de la inocente ignorancia ni yo de mi apacible anonimato. Y así seguirá pasando el tiempo; volveré a rumiar en ti como algo más que un pensamiento y me imaginaré que eres real y que solo estás a unos centímetros de mí. Volveré a confesarle al blog todas esas cosas que solamente tú tendrías que escuchar. ¿Dulce ironía no crees?

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