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miércoles, 17 de febrero de 2010

Quien tiene un amigo tiene un tesoro, y yo además tengo el miocardio desgarrado.

Dice que no la quiere y sus palabras se parten de risa colgadas en la punta de su nariz mientras te pillan enrojeciendo como un niño pequeño. Que ti-ri-tas y no de frío precisamente cuando te roza sin querer/a propósito para burlarse de tu reacción. Claro que si, que eres un hombre y los tíos son de piedra, pero no te golpees el pecho que se van a enterar todos del tintineo que hace tu corazón roto. ¿Y no queremos eso verdad? Así que ponte a hacer malabarismos de miradas, miocardios desgarrados y bromas para desviar su atención. Que ya se que no la quieres y te importa un comino su indiferencia, pero ahora que nadie te observa puedes llorar -siempre en silencio- que a mi me da igual prestarte un hombro si así puedo sentirte cerca y tu olor sustituye al oxígeno que -dicen por ahí- necesito para respirar. Las historias de amor son para niñatos, para princesas y para locos. Pero no para nosotros, tú y yo somos el silencio del 14 de febrero en los brazos de una adolescencia que se nos es-ca-pa de las manos a la velocidad de tus palabras negando la locura que te produce su presencia. A mi me matan los celos y tus ojos, pero no te quiero. No soy como tú, si quisiera podría admitirlo sin que se me atragantartaratartartaran los sentimientos o empeñarme en empezar frases que el aliento me impide terminar con tal de no utilizar puntos ni comas que retrasen la llegada de mi voz a-ti. O tal vez si sea como tú y la única diferencia es la persona de la que nos hemos enamorado, amigo.

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