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sábado, 11 de julio de 2009

Descarada sumisión (117, sábado)

Era tan difícil comprenderme que me di por vencida demasiado pronto. Puede que aquel fuera mi error, abandonar el campo de batalla antes de que las primeras granadas estallaran en derredor. No alcancé a ver el humo y yo ya temía el fuego. Me ahogué en la arena, sin tocar el agua. Tanto miedo tuve de volar que no dudé en lanzarme al suelo y agarrarme fuerte a las briznas de hierba que me ataban a la tierra. Pero ahora, cuando me muevo y puedo notar tu olor en mi ropa, me pregunto si vale la pena cerrarme hasta que pase el peligro. Si ha valido la pena cada segundo que he pasado torturándome con tu presencia, lo valdrá por cada vez que me roces, por cada momento en tu compañía. Tus palabras, tu aliento. Todo cobra sentido a tu lado. Porque me volviste loca y arrastraste mi chifladura hasta la realidad. Eres algo más que un blog esquizofrénico y una prosa cargada hasta los topes de plastidecor rosa. Eres mi luz y no hay estrella equiparable a ti. Fuiste mis ganas de arrojarme al vacío y mi fuerza para hallar la valía de remontarme a la superficie. ¿Me pregunto si vale la pena cerrarme hasta que pase el peligro? El peligro llegará con tu ausencia. Mientras pueda sentir mi brazo chocando con el tuyo no hay riesgo de caídas. Solo hay preguntas que se esfuman con las primeras luces del alba. No debo temerte mientras seas mi fuente de subsistencia, mis ganas de sobrevivir, mi ángel particular.

Déjame perderme en tu noche, infiltrarme en tus sueños y amanecer con tu recuerdo.

Es todo lo que te pido en esta interminable madrugada.

Enchufados a Ene