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domingo, 5 de abril de 2009

Anhelo

Acabo de comprender lo que siento realmente por ti. Es algo más que una amistad, algo más que un encaprichamiento. Es algo que yo no querría admitir en mi vida. Solo tengo una pregunta. ¿Por qué tenias que ser tú? ¿No pudo ser cualquier otro? Tuvo que ser tu maldita sonrisa, tus malditas palabras... ¡tu todo! Tenía que ser la única persona en este planeta que nunca sentirá lo mismo por mi. ¿Y yo ahora que hago? Esto no es justo. Tú sigues viviendo tu vida como si nada y yo estoy aquí, llorando porque me siento terriblemente estúpida. Ilusa. Tus mensajes no significan nada, yo soy la paranoica que se empeña en leer entre líneas lo que no existe; yo soy la tonta que sueña contigo cada puta noche y se despierta sollozando porque es todo mentira. Me lo repito una y otra vez como una monótona sintonía sin fin. Pero no me entra en el entendimiento; soy demasiado cabezota como para admitir que no estás enamorado de mí, ni ahora ni nunca. Los demás me dicen que nunca se sabe, pero yo lo se bien. De aquí no saldrá nada. Me limitaré a callarme y a derretirme con cualquier trivialidad. A convertir tu nombre en algo tan sagrado para mí como el trozo de acera de delante de tu casa. Y si me rozas volaré tan alto que no podrás verme ruborizarme ni percatarte de que estoy temblando sin parar. Sin duda esto es una lenta pero dulce agonía. El anhelo que siento por ti solo es equiparable al que siento por el aire o por el agua. O tal vez ni siquiera eso. Tal vez se vaya más allá de lo comprensible por mi frágil mente de quinceañera, demasiado profundo para un cuerpo adolescente. Por eso no me lo puedo guardar para mi misma, tengo que escribirlo aquí; fracasada, de no poder escribírtelo a ti directamente. Así que eludo con facilidad la verdad, me escondo en los recodos de las mentiras para esquivarte y lo voy trazando en la pantalla con la secreta esperanza de que lo leas, te des por aludido y te acerques a mi susurrándome al oído todas esas cosas que solo me dices en los más ocultos sueños. Vana espera, teniendo en cuenta que tal vez nunca hayas llegado a clickar en el link de este blog. De un blog dedicado enteramente a ti y que lo más correcto es que llevara tu nombre por título. Pero poner aquí tu nombre sería de valientes, de gente que expresa sus sentimientos y, desgraciadamente yo, no pertenezco a esa clase de gente. Tengo demasiado miedo a que me rechaces, no me considero lo suficientemente buena para ti, o tal vez tú y yo seamos polos que no pueden unirse. De cualquier manera han aparecido unas palabras tabú en mi vocabulario, unas palabras a las que he tenido pánico durante mucho tiempo: estoy perdidamente enamorada de ti.

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