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viernes, 1 de octubre de 2010

Aunque cierres la puerta no se apaga la luz.

Hoy -y siempre- quiero encontrarte en cada nube que vea en el cielo, moverme en los resquicios ocultos que tiene tu cuerpo e iluminarme con las estrellas que tienen tus ojos. Hoy -y siempre- quiero dejar de respirar el aire que nos mantiene a todos vivos. Hoy -y siempre- me quiero comer las horas que me alejan de ti. Te quiero, te quiero regalar las palabras que escribo: la palabra Futuro completamente en blanco; la palabra presente en movimiento y la palabra Amor en continuo crecimiento. Quiero aprender a tu lado, equivocarme contigo y multiplicar por cero las dudas. Respírame, que no te quedarás sin oxígeno; respírame, una y otra vez antes de irte a dormir para que ni en sueños podamos separarnos. Que yo no temo la pérdida desde que te hice poesía, tan inmortal como perfecta. Hoy -y siempre- recuérdame en cada suspiro, que yo busco tus exhalaciones entre el humo de los coches. Hoy -y para siempre- te regalo un trozo de miocardio para que guardes todo tu cariño. Luego lo congelaremos y que dure para siempre, así latirá al compás del castañear de los ventrículos y nos querremos toda la vida.

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Bienvenidos a la última fluorescencia. Gracias por acompañarme durante este año y medio. Puede que volvamos a encontrarnos de nuevo en la blogosfera, aunque ya no sea la chica fluorescente confío en que podréis reconocerme. 
Y gracias a ti, por hacerme la persona más feliz del mundo. 

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