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miércoles, 21 de octubre de 2009

Marc ya no te quiere.


El aire de la mañana hoy huele a perfume. Con la brisa se escapa la ropa desparramada por el suelo. Las tostadas saben a rosas recién compradas y el agua de la ducha suena a los imaginarios besos. ¿Quién te viera ahora Marc? Has buscado la camisa que mejor te sentaba y te has arreglado como nunca lo hiciste por nadie. ¿Será que hoy en la estación un joven universitario va a declararse? Será que la inminente primavera te ha hecho levantarte de buen humor hoy. Miras tu reloj. Solo faltan veintitrés minutos para dar el paso más importante de tu vida. En la mochila llevas un CD con treinta y dos canciones que has compuesto con tu guitarra las solitarias noches de sábado en los últimos seis meses. Treinta y dos rosas rojas que te han costado tu sueldo de un mes en la cafetería de la universidad. En la que trabajabas por tan solo ver como se llevaba la taza a los labios cada miércoles por la tarde. Cargado con las flores apenas puedes ver el suelo. Pero hoy no lo necesitas. Hoy puedes volar. No precisas de nada más que de ti y de ella. El resto del mundo hoy es innecesario. Seis manzanas te separan de la estación. Salvas esta distancia en poco tiempo sin darte ni cuenta. Por fin ha vuelto el color a tus ojos. Ya no necesitas buscar razones en cada rincón que te convenzan para seguir con vida. Esta mañana te ríes de las 14 pastillas Prozac que hoy descansan plácidamente en tu botiquín. Once en punto. El metro hace su aparición en la boca del túnel. Pero Marc no ve a nadie bajar a pesar de la multitud. Solo hay una persona que llama su atención. Su simple visión basta para paralizarlo unos instantes. Hoy lleva vaqueros y unas zapatillas; se ha recogido el largo cabello rubio en una coleta y baja con decisión de la plataforma. Los pasos de Marc son vacilantes a la vez que seguros. Te quiero. No es tan difícil. Te necesito. Apenas estás a unos metros de ella. Llevo seis meses enamorado de ti. Alguien pasa corriendo a su lado y de un empujón las treinta y dos rosas cayeron al frío cemento silenciosamente. Durante un segundo sus miradas se cruzaron en medio de una lluvia de pétalos rojos. Un segundo en el que perderse por sus ojos grises y experimentar la emoción de un amor sin futuro. Estela y el chico del empujón fundidos en un largo beso "No te imaginas lo que te he echado de menos" . Será que no puedes plantarte en la vida de los demás sin llamar primero a la puerta, que los cuentos de hadas son todos mentira y la botella de ron tiene un sabor más dulce que tus labios. Hasta nunca princesa, las ilusiones se han tirado por la ventana. No me esperes despierta esta noche.

Y el encargado de limpieza de la estación se preguntaba quién esparciría allí tantas rosas y rompería un CD  (y un corazón, pero eso nadie lo sabe)


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os espero por allí  ya que lo actualizaré más a menudo que este.

Un saludo a todos (:


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